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Domingo especial para cinéfilos en el Espacio INCAA

Domingo especial para cinéfilos en el Espacio INCAA

La comedia Tampoco Tan Grandes se proyectará desde las 21 horas. Entradas 50 pesos.

tampoco tan grandes

Hoy a las 21 se brindará una nueva función en el Espacio INCAA Madariaga, en Alberti y Doctor Carlos Madariaga, con entradas a 50 pesos.

Tampoco Tan Grandes cuenta la vida de Lola quien tiene una carrera encaminada, y resuelta su vida sentimental, a dos meses de casarse con un novio que cuando más lo necesita no le atiende el teléfono. Le falta poco para cumplir los treinta años y nunca conoció a su padre.

 

Todas esas certezas sobre su vida son falsas, pero solo de las últimas dos va a tener conciencia apenas comenzada la película, al recibir el llamado de un abogado para recibir la herencia de su padre, que acaba de morir. Al enfrentar a su madre sobre este pequeño detalle que omitió contarle toda la vida, se entera que también su fecha de cumpleaños es falsa y en realidad ya pasó los treinta hace unos meses.

 

Con toda su realidad desbalanceada, decide acudir al día siguiente a la cita con el abogado en Mar del Plata. Pero con su auto fuera de servicio y su futuro marido más preocupado por su trabajo que por darle apoyo, recurre casi accidentalmente a su ex pareja Teo, un frustrado cineasta que se gana la vida editando videos para niños y cuidando de su hermana adicta. Ella lo convence de ayudar a Lola, asegurando que también le resultará beneficioso el paseo.

 

Pero el viaje a Mar del Plata es apenas el inicio de su recorrido. Allí la espera la pareja de los últimos 27 años de su padre, con el pedido de llevar las cenizas al terreno de Bariloche que le dejó en herencia a su hija, de la que desconocía su existencia hasta que leyeron el testamento. Aún más descolocada que antes de llegar y ansiosa por escapar de una situación con su novio que no está en condiciones de enfrentar, Lola insiste en salir inmediatamente hacia allí, arrastrando a sus tres acompañantes a la ruta una vez más. En la ruta cada cual podrá replantearse su presente y lo que desea de la vida, comprender si deben conformarse con lo que han logrado hasta entonces o todavía están a tiempo de aspirar a más.

 

La pareja que no supo prosperar pero nunca dejó de quererse (y que al reencontrarse se sacan chispas) es un clásico que solo funciona bien cuando ambos intérpretes logran una química que desborde la pantalla, algo que sin discusión consiguen Paula Reca y Andrés Ciavaglia en cada plano que comparten. Ellos dos son el centro de todo, pero cada frase y cada gesto que hacen los cuatro intérpretes está medido para causar el efecto que tiene que causar, sin que sobre o falte nada. Van plantando pequeños datos a sabiendas que eventualmente van a significar algo.

 

Y nada mejor para sostener un buen ritmo en una trama que lograr que todo aporte algo, que nada sea superfluo o repetitivo. Hasta el estereotipado personaje que interpreta Miguel Ángel Solá, que parece retrasar un par de décadas al igual que algunas reacciones de los personajes que lo rodean, logra mostrar facetas a su carácter y generar empatía, trascendiendo ese lugar común en que se lo pone como premisa y cuyos trazos gruesos generarían fastidio en manos más incapaces de ablandarlos.

 

La crítica de Matías Orta (A Sala Llena)

 

Desde su ópera prima, Yo sé lo que envenena, Federico Sosa se convirtió en un cineasta promisorio. Su dirección de actores y su manera de combinar comedia y drama parecían dignas de un veterano. La película resultó una sorpresa que dejaba con ganas de seguir los pasos de Sosa. El documental Contra Paraguay seguía mostrando a un director con una mirada interesante. Tampoco tan grandes, su segunda película de ficción, confirma que las promesas eran fundadas.

 

Lola (Paula Reca), una publicista de 29 años, recibe dos noticias explosivas en pocos segundos: su madre le revela que en realidad tiene 30 años (había nacido seis meses antes de lo que pesaba) y que su padre, al que creía muerto hace años, acaba de fallecer y le había dejado una herencia. Lejos de recurrir a su pareja, con quien va a casarse, recurre a Teo (Andrés Ciavaglia), su ex novio y aspirante a cineasta. Primero ambos, junto a Rita (María Canale), hermana de Teo, viajan a Mar del Plata. Allí conocen a Natalio (Miguel Ángel Solá), otrora pareja del padre. Los cuatro parten hacia Bariloche, donde están las tierras heredadas, para esparcir las cenizas del difunto. Será un viaje con un amplio abanico de emociones y de situaciones, en el que cada uno aprenderá algo importante sobre los demás y acerca de sí mismos.

 

Una road movie que va y viene del humor y el romance a las lágrimas, que cuenta con una gran cantidad de antecedentes, en especial desde los Estados Unidos. Pero la película tiene el corazón y la personalidad suficientes para sostenerse por sí misma, sin ser víctima de las comparaciones. Buena parte del mérito es de Sosa: al igual que su película anterior, cuenta una historia de amistad y amor que crece durante un gran objetivo que se plantean los personajes, aun con los conflictos de cada uno. Y es un doble mérito por parte del director, ya que se trata de un proyecto por encargo y no un film propio como Yo sé… Esto permite apreciar su capacidad para adaptarse a otras modalidades de trabajo, sin renunciar a las que parecen ser sus preocupaciones narrativas.

 

El otro punto fuerte reside en el elenco. Paula Reca, que en este film también debuta como productora, vuelve a demostrar que es una presencia fresca en la pantalla y le saca jugo a un personaje más complejo de lo que parece. Andrés Ciavaglia (visto hace poco en Las hijas del fuego, de Albertina Carri) tiene la presencia perfecta para componer a un joven antihéroe cotidiano. María Canale tiene uno de los roles más conflictuados -y torturados-, pero también es uno de los que aporta distención y risas. En cuanto a Miguel Ángel Solá, compone uno de los papeles más entrañables de su carrera y le imprime el espíritu definitivo a la historia.

 

Tampoco tan grandes es de esas películas que dejan con un buen sabor, que dan ganas de abrazar, que hacen pensar que hasta los hechos más extraños pasan por algún motivo, generalmente para mejor.


 
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